Estrellas y flores veía la
pequeña Almendra, cuando entre todas ellas cruzó una estrella fugaz, pidió un
deseo torpe, la paz del mundo. Cerró sus ojos y sonrió mientras lo pedía pues
la pequeña creía que todos estaría bien si no sucedía nada violento.
Al crecer mucho y madurar, ella
se había olvidado de su deseo, se recibió de abogada y por dinero o evitar
problemas ayudaba muchas veces a los criminales.
Un día se enamoró y se casó,
se embarazó y cambió su profesión por un rato en lo que su hijo crecía.
Una noche a fueras de la
ciudad estaban reunidos en un campamento donde se acostaron a ver las
estrellas, el hijo de Almendra vio una estrella fugaz y deseo exactamente lo
mismo que ella tiempo atrás. Fue ahí cuando ella se acordó del suyo.
Se dio cuenta de que su vida
había sido en parte violenta, gente la había lastimado e incluso ella llego a
lastimar a mucha gente.
Una tristeza y culpa invadió
su conciencia. Aunque nunca se cumpliría la paz mundial, ella pudo haber hecho
mejores cosas.
Su hijo la vio triste y la
abrazo, le susurro en el oído: "mamá no estés triste, mi deseo es para la
paz del mundo y mi mundo son ustedes, mi familia. Para que se cumpla debes
estar en paz"
La mamá comprendió y se dio
cuenta de que a pesar del pasado lo importante es el ahora y que los deseos
pueden llegarse a olvidar, pero si te acuerdas de ellos puedes hacerlos
realidad.
Quizá Almendra no cambie al mundo, pero por algo se empieza, no volvió
a ayudar a criminales y denuncio a quienes la amenazaban.
El amor es la mejor cura
para todo mal y el mundo se inicia en la familia. No importa como sea; padres o
madres solteros, padres homosexuales, abuelos, tíos, amigos, mascotas, uno
mismo. El inicio de la paz es amándose primero y después libremente a los
demás.